EL EMIRATO DE CÓRDOBA

Alrededor del año 750, otra dinastía logra arrebatar el poder a los Omeyas de Damasco. Comienza así el proceso que inicia el Emirato de Córdoba en Al-Ándalus. Esta nueva dinastía, conocidos como los Abasíes, se propone entonces acabar con todos los miembros de la familia Omeya. Así, asesinan a todos ellos a excepción de uno. Abderramán I, logró escapar desde Siria hasta refugiarse en Ceuta, atravesando el continente africano.

El único superviviente Omeya, se dispone pues a buscar apoyos políticos para intentar gobernar Al-Ándalus. La inestabilidad que se vivía en la región, dio a Abderramán I la oportunidad de presentarse como alternativa al gobierno de Yusuf I. Este último se encontraba bajo las órdenes de los nuevos califas abasíes.

Finalmente, en el año 756, Abderramán I derrota al emir andalusí, tras el enfrentamiento de ambos en varias cruentas batallas.

«La Omeya, había sido la dinastía más poderosa jamás vista hasta entonces.»

EL GOBIERNO DEL EMIRATO DE CÓRDOBA EN AL-ÁNDALUS.

Abderramán I proclama el Emirato independiente de Córdoba, declarándose emir. Esto, supuso todo un desafío para los abasíes, que se encontraban gobernando su imperio desde su nueva capital, Bagdad.

Así, en el periodo que dura el Emirato de Córdoba (756-929), la dinastía Omeya sigue rigiendo Al-Ándalus. Se convierte en uno de los poderes independientes más importantes en el occidente musulmán.

«Ya en el año 773, el Emirato de Córdoba se desliga totalmente del imperio abasí. Se convierte pues en un estado política y administrativamente independiente, aunque manteniendo unidad moral y religiosa con el califato abasí.»

EL GOBIERNO DEL EMIR ABDERRAMÁN II.

Con la llegada al poder de Abderramán II en el año 822, comienza una de las etapas de mayor esplendor de Al-Ándalus. Abderramán II consigue fomentar las artes, las ciencias y la industria. Además, ayuda a mejorar enormemente la gestión interna del gobierno del emirato cordobés. Todo ello pese a las continuas guerras civiles entre los clanes que habitaban estas tierras. Otro de los problemas a los que se enfrentó fueron las presiones cristianas en el norte de la región. También el empuje de las tropas francas y las tensiones con el califa abasí de Bagdad.

En este periodo, la cora de Rayya vive uno de sus mejores momentos. La ciudad de Malaqa se había convertido en la capital de la cora con la caída del Califato Omeya. Por eso, llega a contar con más de veinte mil habitantes. La economía local gira entorno a la agricultura, la artesanía y el comercio.

«En este momento la ciudad de Málaga se convierte en capital de cora, que anteriormente había estado ligada a Archidona.»

LAS LUCHAS INTERNAS EN EL EMIRATO DE CÓRDOBA.

Las sublevaciones, las guerras civiles entre clanes y las luchas contra cristianos se sucedieron en el Emirato de Córdoba. Un buen ejemplo de ello fue la lucha del rebelde Omar Ben Hafsun.  Entre los años 878 y 888, este había reunido a una partida de mozárabes, bereberes y muladíes descontentos con la política del gobierno.

Estos, se habían asentado en un poblado llamado Bobastro, situado en Ardales, en la provincia de Málaga. Desde allí, trataron de derrotar a cuantos emires accediesen al poder.

En el año 888, este rebelde terminó derrotando al emir Al-Mundir, a quien sucedió su hijo Abdalá I. El mandato de este nuevo valí se vio limitado a Córdoba. Y es que el resto de provincias se encontraban gobernadas por familias de rebeldes, que no acataban su autoridad.

«Las ruinas de Bobastro se conservan en la actualidad en el término municipal de Ardales. Este conjunto arqueológico puede ser visitado al completo.»

EL GOBIERNO DEL EMIR ABDERRAMÁN III.

A principios del siglo X, concretamente en el año 912, Abderramán III es proclamado emir de Córdoba, heredando un imperio al borde de la ruptura, donde el poder del emir no iba más allá de la capital cordobesa.

El gobierno de Abderramán III durante el emirato, se caracterizó por la política de pactos y alianzas, por la presión militar contra los rebeldes, y por las sucesivas campañas de defensa y empuje hacia los reinos cristianos.

El nuevo heredero, consigue acabar con gran parte de las revueltas en las que se veía sumida la región, recuperando la autoridad y el prestigio perdido por los anteriores emires.

Pero Abderramán III se enfrentó además a otros problemas durante su gobierno en el emirato. Por un lado, los cristianos continuaban con la reconquista en el norte de la península. 

Al sur, en el continente africano, los fatimíes, una nueva y poderosa dinastía, proclamaba su califato independiente, haciéndose cada vez más fuertes y amenazando con atraer a muchos de los musulmanes de Al-Ándalus que se encontraban en desacuerdo con el gobierno Omeya.

«Aunque Abderramán III hizo frente a numerosos problemas durante su emirato, este supo reorganizar el imperio y recuperar el poder perdido.»

Por otra parte, y aunque Abderramán III consiguió acabar con la mayor parte de las guerras y sublevaciones internas, estas continuaban existiendo. 

El más preocupante de esos focos de rebeldes seguía siendo Omar Ben Hafsun, que desde su inexpugnable fortaleza en Bobastro, ya controlaba gran parte de las provincias del sur, la cora de Rayya entre ellas. Pero el emir termina arrasando con el territorio dominado por el rebelde y sus hijos en el año 928, dando fin a la larga lucha que los enfrentó.

Tras someter a la mayoría de los rebeldes, Abderramán III se proclama califa, iniciándose un nuevo periodo en la historia de Al-Ándalus, el Califato de Córdoba. 

A diferencia del emirato, el califato no solo era un territorio administrativa y políticamente autónomo, si no que también tenía independencia religiosa.

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